Los años de profunda crisis económica han generado un nuevo perfil, el consumidor ahogado: compara más los precios para pagar menos, se ha vuelto más empático y menos materialista y exige a las grandes marcas implicación social. Los indicadores económicos estarán cambiando, pero de la austeridad no hay quien lo mueva. Por si acaso.
El 34% de la población compra a día de hoy, y a raíz de la crisis, marcas más baratas. Así se desprende de Mikroscopia 2016, una macroencuesta anual de 8.500 entrevistas online que analiza de manera exhaustiva hábitos de vida, consumo y compra. “La sociedad no es la misma que la conocida antes de la recesión, a pesar de un contexto en el que la economía está creciendo al mayor ritmo de los últimos años”, explica Belén Barreiro, directora de MyWord, la empresa encargada del estudio. Una de las secuelas de tantas y tan profundas turbulencias es el nuevo perfil de comprador que emerge en la sociedad postcrisis: castigado por la recesión, decide ahorrar en todo.
“Ese tipo de consumidor, el consumidor ahogado – afirma la que fuera directora del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) – ha sufrido especialmente los efectos de la crisis y ahora busca economizar en todo”. El nuevo perfil parece que haga suyo el eslogan de ese conocido detergente que en los 80 invitaba al cliente a bucear en el supermercado para encontrar la mejor oferta: ‘Busque, compare y si encuentra algo mejor, cómprelo’. En la actualidad, sin embargo, es el precio el único que prima. “Para el consumidor ahogado, el ahorro es una premisa de vida”, asegura Barreiro.
La obsesión por controlar el bolsillo va más allá de la cotidiana cesta de la compra y se extiende a todos los productos y servicios del hogar, suministros incluidos. Mantas por calefacción y moda barata. El ahogado también ha dicho adiós a las grandes firmas. Según la encuesta, 72 de cada 100 admite que compra ropa que no sea cara.
Otro de los rasgos destacados del nuevo perfil, según revela Mikroscopia 2016, es la mayor exigencia hacia las empresas. “Es un consumidor que se ha transformado en consonancia con la sociedad. Ha tenido que restringir sus compras y ha cambiado su manera de ver la vida”, explica Barreiro. La sociedad ha sufrido una “mutación de valores” que se refleja también en el cambio de actitud que le piden a las grandes compañías. Al consumidor ahogado le parece imprescindible que las empresas inviertan parte de sus beneficios en ayuda social y sean transparentes y honestas. “No solo se les exige que se ajusten a sus bolsillos, sino que se impliquen con la sociedad”, apunta Barreiro.
La encuesta, que se basa en el análisis de 2.216 atributos – en esta edición, además, está reforzada con cinco focus groups a distintos tipos de ciudadanos –, dibuja también una sociedad más solidaria y empática. Un 77% de los encuestados admite estar preocupado por la desigualdad, una brecha que, sin embargo, no ha evitado que se afiance la idea de las dos Españas: la optimista, acomodada y confiada frente a la azotada por la crisis, desconfiada y empobrecida. “Pese a los indicadores económicos y el aumento de la satisfacción ciudadana con las condiciones del país, la crisis ha partido la sociedad en dos”, asevera la directora de MyWord.
Además de por el poder adquisitivo, en la sociedad a dos velocidades se está agrandando la grieta digital. “Mientras la España acomodada busca la innovación y estar a la última, la azotada por la crisis concentra sus demandas en productos de necesidad. Es una España que está quedando atrás en la revolución tecnológica”, avisa Barreiro, que augura larga vida al consumidor ahogado. “En un escenario en el que crece la desigualdad y con un problema adicional como es el paro – añade –, todo apunta a que la tendencia pueda perdurar en el tiempo”.
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