Las reglas económicas tradicionales dejan de funcionar en las grandes crisis. El BCE imprime euros como si no hubiera un mañana pero Europa sigue en territorio cercano a la deflación. Los tipos de interés tienden a cero pero ni el crédito ni la inversión terminan de arrancar. La deuda pública está en máximos pero el crecimiento no aparece. Todo es tan extraño que son los banqueros centrales, habituales guardianes de la ortodoxia, quienes piden inversión, políticas fiscales expansivas y, ahora, subidas de sueldos: “Ha llegado el momento de aumentar los salarios, que llevan años creciendo por debajo de la productividad”, dijo ayer Mario Draghi, presidente del BCE, en la Eurocámara.
El peso de los salarios en el PIB no ha dejado de retroceder desde los años setenta en Occidente, pero eso nunca preocupó a los bancos centrales. Europa, sin embargo, flirtea con la deflación desde hace tiempo. Los índices de precios están muy lejos de los objetivos del BCE, y ni siquiera con las compras de activos multimillonarias y el resto de medidas de estímulo monetario son capaces de recuperarse. Draghi lleva meses reclamando más gasto a los Gobiernos que tienen margen: Alemania. “La política monetaria no basta para apoyar el crecimiento”, repitió en Bruselas. Hace unos días, en Trento, ya puso el énfasis en “los aspectos redistributivos” de la integración. “Europa debe escuchar las demandas de quienes se quedan atrás”, dijo. Hace un par de años se quejó por los “sueldos de los años ochenta”. Ayer volvió por ese camino y reclamó “que todos los agentes económicos” contribuyan a la recuperación, incluidas las subidas salariales a los trabajadores.
La gestión insuperablemente mediocre de la crisis del euro pasa por políticas de austeridad, ajustes asimétricos que recaen en los países deudores y asistencia limitada a la recapitalización de los bancos. El BCE ha sido relativamente agresivo con políticas extraordinarias, pero siempre maniatado por Alemania. Draghi repitió en la Eurocámara que está listo para ampliar su programa de compras de activos (QE) si es necesario, y dejó dos recados para sus críticos. Uno: “Sin las políticas de estímulo del BCE habría deflación y un paro más elevado”. Y dos: “Si no hay políticas fiscales que acompañen, las políticas monetarias extraordinarias requerirán más tiempo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario