El pasado 15 de octubre, el fondo Proa Capital cerró la
compra del 100% del capital de Pastas Gallo a la familia Espona Massana por 227
millones de euros.
Un mes después, el 15 de noviembre, Fernando Fernández
Soriano (Barcelona, 1965), hasta ese momento director general de Gallina
Blanca, desembarcó en Gallo como director general. Volvía a casa, a la empresa
donde había pasado más tiempo de su vida profesional –14 años– como director
comercial y de marketing y tras haber impulsado las ventas en Gallina Blanca un
50% en los seis años anteriores gracias a una atrevida apuesta por la
innovación.
Fernández ya había cumplido su sueño de juventud, ya que su
padre fue director general de Gallina Blanca. El apuntó enseguida al mundo de
la empresa y en 1988, tras licenciarse en Económicas, entró en Henkel, donde
aprendió “los fundamentos del marketing con el método alemán”, recuerda.
De ahí
dio el salto a la Nutrexpa de las familias Ferrero y Ventura, que tenían a un
italiano, Gian Franco Santoni, al frente de la gestión. “Fue una gran
experiencia, trabajamos con el Cola Cao, una marca líder, frente a las
multinacionales, lanzamos el Baticao, que fue una revolución...”, añade
Fernández con orgullo y brillo en los ojos.
Experto en la gestión de marcas, ha dejado su sello en
empresas como Henkel, Cola Cao y Gallina Blanca
Es su forma de ver el mundo de la empresa, al estilo de
Víctor Küppers, siempre en positivo. “Para mí, lo más importante es formar
equipos. El gestor tiene que motivar, dar independencia y apoyarse en equipos
potentes. Ah, y transmitir pasión, ganas de disfrutar”, explica.
En 1998, cuando
llegó a Gallo por primera vez, acababa de morir José Espona Banarés, el
fundador. La empresa familiar era líder indiscutible del sector, pero no se
podía dormir, con la creciente doble competencia de otros fabricantes y de los
propios grupos de distribución, que cada vez dejaban más espacio a las marcas
propias, a precios muy inferiores y con los mejores lineales de los
supermercados.
Fernández logró revalorizar la marca, abrió un nuevo
segmento de crecimiento con la categoría de las ensaladas de pasta y fue
ascendido a director comercial, lo que le permitió conocer todo el proceso
desde el origen hasta el punto de venta.
Debió de hacerlo bien. Ignasi Ricou,
que había sido becario con él en Henkel 25 años antes, se lo llevó a Gallina
Blanca. Los grandes cambios en esos años –el Yatekomo, los nuevos caldos y
algunas adquisiciones– llevan su sello.
Cuando Proa fue a por Gallo, pensó en Fernández, el amo del
corral. Su análisis del punto de partida es que “se trata de una buena empresa,
estable, que ha defendido bien su posición y que tiene muchísimo potencial”,
afirma. Gallo es líder con una cuota de mercado del 35% en pasta seca –y eso
que no está en Mercadona, al menos por ahora–, factura unos 200 millones y su
beneficio bruto de explotación (ebitda) ronda el 10% de las ventas.
El reto es crecer, crecer mucho. Todos los fondos compran
empresas para eso: multiplicar las ventas, aumentar el valor y vender al cabo
de unos años a ser posible con fuertes plusvalías. Fernández sabe dónde se ha
metido, aunque percibe algo diferente en Proa. El fondo controla, pero quiere
implicación. Por eso, invitó a los antiguos accionistas a reinvertir y tres de
ellos –Pedro Antonio, Silvia y Carlos Espona Massana– han vuelto al capital con
un 5% cada uno. También Fernández ha entrado en el accionariado.
En la nueva etapa, según Fernández, buscará el equilibrio
entre el negocio tradicional y la innovación, con el foco en los platos de
pasta preparados. En el plano internacional, el reto es exportar más y, quizás,
comprar alguna empresa. Ya se verá.
“Asumo mi responsabilidad, voy a darlo
todo”, insiste. Nadie lo duda. Fernández, socio 2.200 del Espanyol, sabe sufrir
y pelear por sus objetivos. En la Cerdanya, estos días, o en Sant Vicenç de
Montalt, cuando el buen tiempo acompaña, coge fuerzas para el día a día. Gallo
ha aguantado los embates del mercado. Ahora, prepara una ofensiva.
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