Discutir si Mercadona con 74.000 empleados todos fijos es la mayor empresa de España
o la segunda, es anecdótico. La verdadera Mercadona es una gran
desconocida, el grupo de supermercados es sólo una simple fachada.
Detrás se encuentran, ni más ni menos, que 301. 529 empleados distribuidos en 220 fábricas
que trabajan prácticamente en exclusiva para la cadena. Son sus
interproveedores. En realidad, Juan Roig tira del mayor carro del empleo
nacional y también del mayor clúster industrial. El 1,72% de los trabajadores que actualmente tienen empleo en España trabajan para él.
Esta
maquinaria es la gran desconocida. Hace una década, en una entrevista
con este diario, sorprendió cuando Roig vaticinó que en el futuro cada
fábrica trabajaría para un sólo distribuidor. Sus jugadas son tan a
largo plazo como su visión. Hoy dirige el destino del mayor grupo
industrial del país. Desde que comenzó la crisis en 2008 el entramado ha
creado o ampliado 172 fábricas hasta el año pasado, con una inversión de 3.340 millones de euros. Si se suma a la de Mercadona, roza los 7.500 millones en plena crisis. Sin duda que ha sido el mayor creador de empleo, 10.100 en la parte industrial y más de 24.000 con la comercial.
Los
números marean, dan vértigo, sobre todo si tenemos en cuenta que al
menos en la parte directa que él controla accionarialmente, Mercadona, los 74.000 empleados tienen todos contrato fijo. El
resto de empresas viven casi en exclusiva de él -salvo algunas ventas
en el exterior- y se mueven a su frenético ritmo. Cuando se entra en su
íntimo círculo de interproveedores hay un tiempo para aclimatarse e
incluso una fase para desengancharse prevista y acordada, para que
ninguna de las partes sufra un trauma. Pero una vez dentro, lo que prima
es la transparencia y obviamente la exigencia máxima del cliente. La
política es de libros abiertos, Mercadona facilita a sus
interproveedores información reservada de hacia dónde van las
previsiones, la apertura de tiendas, las zonas y el ritmo de creación a
corto, medio y largo plazo. A partir de ahí, cada uno que trabaje para
no fallar. En el fondo está ejercutando desde hace años la economía
colaborativa que ahora ha puesto de moda la innovación y la tecnología.
Trabajar para Mercadona es tranquilidad a largo plazo, pero presión continuada en el corto. La enorme maquinaria es muy exigente para que funcione, minimizar los fallos es obsesivo.
Verdifresh,
una de las empresas nacida en el año 2000 directamente para ser
interproveedor de Mercadona, ha crecido a las faldas de sus centros
logísticos, tiene seis plantas: Valencia (3), Málaga, Burgos y Tenerife. Apenas 15 años después de su creación ya factura más de 113 millones de euros envasando ensaladas, hortalizas y frutas.
"El crecimiento continuo de la mano de nuestro cliente nos asegura una
gran estabilidad y nos ha permitido crear empleo estable y de calidad y
construir una relación de confianza a largo plazo con nuestros
proveedores y reinvertir nuestros beneficios para seguir creciendo",
explica Francisco Llopis, director general de organización del grupo GAC
-creado por la familia Martinavarro-, ahora en manos de Joaquín
Ballester. Es la clave que repiten de una u otra forma la mayoría de los
miembros del entramado: "Estabilidad".
Ahí esta una de las
variables que hace una década no se alcanzaba a ver cuando los hard
discount empezaron a entrar en España y se creía que Mercadona seguía
sus pasos con la marca Hacendado. La estabilidad les permite no
preocuparse de colocar el producto, del marketing, de la negociación del
precio o de los altibajos en el aprovisionamiento. Toda esa
preocupación empresarial no forma parte de este modelo desde el momento
en que la relación es a largo plazo. Sólo deben centrar el tiro en la
calidad y la innovación del producto que, tradicionalmente, se asociaba
como valor a los productos de grandes marcas, quizás precisamente por el
impacto de su imagen. El año pasado Verdifresh invirtió más de un
millón de euros en innovación.
En el mismo año empezó a trabajar
para el clúster Entrepinares, el fabricante de 40 referencias de quesos.
Seguir los pasos de Juan Roig ha permitido a la pequeña fábrica creada
por Antonio Martín en 1984, pasar de 40 empleados a más de 600 y facturar 238 millones.
La alianza les permite concentrar las fuerzas. "Nos permite
focalizarnos en los procesos de calidad y seguridad alimenticia",
explican fuentes de la compañía.
El Grupo Siro es uno de los
veteranos, está en el conglomerado desde 1998, apenas siete años después
de que Juan Manuel González y Luicía Urbán comprasen Galletas Siro a
Danone. Hoy facturan 610 millones y sólo el año pasado crearon más de 4.000 empleos
en plena crisis con 15 fábricas distribuidas principalmente en Castilla
León y en Valencia, Tarragona, Málaga y Jaén. Siro es otro de los
ejemplos de que trabajar en un gran engranaje industrial da confianza.
En los últimos cuatro años, en plena recesión, ha invertido 291 millones. Ha creado en El Espinar un centro propio de I+D que saca al mercado cada año más de 100 nuevos productos.
Como
estos hay 220 ejemplos más. Avinatur, el proveedor de pollos ha
invertido 16 millones el año pasado, o los siete millones que ha
destinado Neocos Laboratorios a su fábrica de tintes, los 50 millones de
Dafsa en su planta de Segorbe o los siete de Dulces Olmedo (Estepa)
para desestacionalizar su producción de polvorones.
El lineal de
Mercadona es el escaparate de un complejo entramado industrial, el mayor
y más complejo del país, que ha crecido en forma de mancha de aceite
con la cadena y que se mueve con precisión trabajando casi en exclusiva
total. Pero Roig anunció este año un reto mayor, el de crecer hacia
atrás. Incluir a la agricultura y la ganadería en esta compleja y
precisa maquinaria. Industrializar el campo. Más difícil que ponerle
puertas.
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