Un gran pacto nacional por la conciliación y la racionalización de los horarios.
Este es el anuncio con el que comenzó la semana el Gobierno, que, a través de su ministra de Empleo, Fátima Báñez, reveló su intención de que ese acuerdo se traduzca en un plan que supondría, entre otras medidas, que la jornada laboral acabase a las 18.00 horas.
Algunos sectores se han mostrado escépticos o ven poco factible que España pueda llegar en un futuro no muy lejano a poner en orden su reloj. Los argumentos más escuchados estos días son que «España no puede conciliar porque la costumbre de emplear dos horas para comer y ser los últimos de los europeos en ir a la cama forma parte del ADN de nuestra cultura».
Desde la patronal del empresariado, fuentes internas defienden que las condiciones laborales deberían ser objeto de la mesa de negociación colectiva de cada empresa con los sindicatos que representan a sus trabajadores y no dejarlo al albur de una regulación estatal.
Otros detractores de la conciliación mantienen que es «un lujo solo reservado a los países ricos, que la estructura económica española está sostenida por un tejido industrial basado en pymes, sin personal para poner en marcha un plan de rotaciones, y que así va a resultar dificíl conciliar». Sin embargo, los expertos desmontan, una por una, estas ideas.
No reduce la productividad y cae el absentismo
En la escuela de negocios IESE concluyeron en un informe que las empresas que concilian -como lo hacen Repsol, IBM e Iberdrola- logran un 19% más de productividad del empleado y un 30% menos de absentismo laboral. Nuria Chinchilla, catedrática de IESE, defiende la rentabilidad de modelos como el holandés, donde la legislación por teletrabajo está avanzada y se permite al trabajador hacerlo dos tardes a la semana en su casa. Así, esa persona completa un proyecto mientras se ocupa de su esfera familiar. El gran cambio, apremia Chinchilla, «sería dirigir y pagar por objetivos».
De acuerdo con el profesor José María Fernández-Crehuet, autor de «La conciliación de la vida profesional, familiar y personal. España en el contexto europeo» (Ed. Pirámide), «armonizar los horarios implica una mayor satisfacción de los empleados que implica mayor productividad.
El empresario busca el máximo rendimiento de los objetivos propuestos, no el “postureo” del presentismo». «Se obtiene un mayor compromiso (“engagement”) por parte del empleado: en IBM la gente no quiere irse ni por miles de euros más. Y eso es por las condiciones de vida que tienen en esa empresa», explican en la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles (Arhoe). «Calentar la silla responde a veces al miedo del directivo por su incompetencia», dice
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