Siete días. Ese es el tiempo que
tienen de más los varones que desde hoy se han convertido en padres respecto a
los que lo hicieron antes de que sonaran las campanadas de medianoche. En
total, cinco semanas, algo que para muchos resultará insuficiente al compararlo
con lo que se prevé que puedan disfrutar los que se conviertan en progenitores
en un futuro próximo (a partir del 2019): dieciséis semanas, como las madres.
El sueño de decenas de miles de hombres que hasta hace una década apenas sí
disfrutaban de dos días de permiso “para hacer el papeleo”, es decir, inscribir
al recién nacido y gestionar la baja maternal de la madre. Sí, no fue hasta
marzo del 2007 que aquellos miserables dos días se convirtieron en dos
semanas.
Más allá del derecho del padre a
disfrutar de un permiso para atender al bebé, mientras la madre se recupera hay
quienes se cuestionan la idoneidad de estas semanas cuyo coste es sostenido por
las arcas públicas y que muchos empresarios ponen en cuestión por lo que supone
prescindir del trabajador durante un corto periodo de tiempo. ¿Es realmente
útil este permiso?, ¿en verdad es un instrumento para la corresponsabilidad de
los cuidados del bebé?, ¿ayuda a incrementar la natalidad?
“Para lo que sí es verdaderamente
útil el permiso paternal es para eliminar los prejuicios que muchos empresarios
tienen contra las mujeres jóvenes. No tanto con las cinco semanas que hoy entra
en vigor –que también–, sino especialmente, cuando se aprueben las dieciséis
que equipararán a hombres y mujeres. Ya no tendrá sentido esa pregunta que con
regularidad se hace a las mujeres cuando acuden a una entrevista de trabajo
sobre si piensan tener hijos. Los empresarios justificaban su negativa a
contratar a una candidata en que una mujer joven iba a faltar de su puesto de
trabajo 16 semanas. Desde el momento en que el hombre adquiere el derecho a
tener esas semanas ya no tiene sentido. Creo, desde el punto de vista de la
discriminación laboral femenina, que los permisos son un arma útil”, explica
María José López Álvarez, profesora de Derecho Económico y Social de la
Universidad Pontificia Comillas.
Nadie discute que la maternidad
dificulta claramente la vida laboral de la mujer, por decirlo de una manera
suave. Algo que se comprueba en los datos relativos a la brecha salarial. El
estudio de la Organización Mundial del Trabajo (OIT) La brecha salarial
relacionada con la maternidad señala que las mujeres soportan una doble brecha
salarial: respecto a los hombres y también entre ellas en función de si son
madres o no. Así, el sueldo de las españolas es un 17% más bajo que el de los
varones, y si tienen hijos ganan de media un 5% menos que las que no tienen. A
esto hay que sumar el llamado techo de cristal, que no es otra cosa que las
dificultades que encuentra una mujer para alcanzar puestos directivos, en buena
parte, a consecuencia de su maternidad.
En el camino para acabar con la
discriminación laboral femenina, López Álvarez defiende que cualquier permiso
debe ser obligatorio, pagado e intransferible, en alusión al que el grupo
parlamentario de Podemos ha presentado en el Congreso de los Diputados y que ha
recibido el apoyo unánime de la Cámara. “Se ha demostrado que, cuando el padre
sabe que tiene ese derecho, lo usa, pero si es voluntario (actualmente, de las
16 semanas de la madre, diez pueden ser transferidas al padre), no lo hace,
porque cree que le penaliza en el trabajo”. Según los datos de la Seguridad
Social relativos al primer trimestre de este año, 62.832 mujeres y 64.505
hombres se tomaron sus respectivos permisos parentales, 16 semanas ellas y 4
ellos. En cambio, no llega al 2% los padres que optaron por repartirse con la
madre las semanas voluntarias.
Lo que sí parece demostrado es
que los permisos paternales no incrementan la natalidad. La economista Libertad
González lo asegura con rotundidad, y lo hace tras haber realizado un
seguimiento de parejas desde el año 2007 (cuando se amplía de 2 a 13 días el
permiso) hasta el 2013. “La investigación deja claro que los permisos de
paternidad son medidas para fomentar la corresponsabilidad del padre en la
tarea de cuidado de los hijos, es una medida claramente igualitaria, pero no es
un incentivo para tener hijos”, afirma González. Esta profesora de la
Universitat Pompeu Fabra (UPF) y la también economista Lidia Farré,
investigadora del Institut d’Anàlisi Econòmica, comprobaron que las familias
que tuvieron acceso a la nueva baja de paternidad tardaron más en tener el
siguiente hijo que las familias del grupo de control, y muchas de ellas de
hecho no tuvieron más descendencia.
El 24 de junio, el Congreso apoyó
por unanimidad que padres y madres tengan el derecho a disfrutar de 16 semanas
cada uno, intransferibles, y con una prestación del 100% de la base reguladora.
Pero la equiparación, en principio, no sería inmediata. Los padres irían
sumando semanas (en cuanto se aprueben los presupuestos tendrán cinco) en un
plazo de seis años, según la propuesta presentada por Podemos y que podría
sufrir cambios en el trámite parlamentario.
La equiparación de los permisos
parentales se ha convertido en uno de los objetivos del Ministerio de Igualdad,
que dirige Carmen Calvo, junto a la ley de Igualdad Salarial. En este caso, hay
dos proposiciones de ley muy parecidas, presentadas por Podemos y PSOE. La
primera recibió el apoyo de todos los grupos (el PP se abstuvo) el pasado
febrero y tiene como fin acabar con la brecha salarial por ley. Sólo un país,
Islandia, tiene una norma de estas características. Desde el 1 de enero, las
empresas están obligadas a auditar los salarios de sus trabajadores y sus
complementos.
En cuanto a los permisos
parentales, el texto de Podemos señala que las 16 semanas estarán divididas en
dos periodos: el inicial y otro denominado “permiso parental para la crianza”.
El primero será de dos semanas de disfrute obligatorio y simultáneo a tiempo
completo nada más nacer el bebé. El segundo permiso, de 14 semanas, es el que
los padres podrán disponer más a su antojo ya que no es preciso que los dos
disfruten al mismo tiempo, sino alternando los permisos, extendiendo así la
atención al pequeño, al menos, seis meses.
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