Europa ha superado casi una década de crisis económica pero
sale del gran batacazo con una brecha generacional y geográfica (además de la
preexistente de género) que pone en duda la sostenibilidad política y económica
de los sistemas de protección social, solidaridad y reparto vigentes desde el
final de la Segunda Guerra Mundial.
Bruselas recomienda aumentar las tasas de actividad,
mediante incentivos fiscales o fijación de salarios mínimos; prolongar la vida
laboral (que, en contra de lo que pueda parecer, aumenta el potencial de empleo
para las siguientes décadas) o mejorar la productividad mediante inversión en
capital humano. Recetas para paliar el daño sufrido por un continente a punto
de perder una o varias generaciones.
“Dejar atrás a los jóvenes pone en peligro nuestro propio
futuro” , ha señalado este lunes la comisaria europea de Empleo, Marianne
Thyssen, durante la presentación del séptimo informe anual de la Comisión
Europea sobre la evolución del mercado laboral y las condiciones sociales en
Europa.
De manera significativa, la Comisión centra este año gran
parte del documento en el impacto en jóvenes y no tan jóvenes (hasta 39 años)
de una crisis que ha modificado la estructura laboral y ha agravado los
fenómenos de precariedad surgidos a rebufo de los cambios tecnológicos y
económicos.
El informe, según la CE, “refleja la creciente percepción de
que la crisis y los cambios en el mundo laboral pueden dejar en desventaja alas
nuevas generaciones, tanto ahora como en el futuro”. Y las primeras víctimas,
según el documento, ya son visibles “en un mercado laboral que hoy día parece
cada vez más marcado por una división generacional”.
La brecha, señala la CE, se ha abierto a pesar de que la
población trabajadora más mayor (de 40 a 65 años) ha sufrido un estancamiento
de sus ingresos, lo que indica un deterioro general pero especialmente grave
para la generación más joven.
La población nacida entre 1978 y 1992, que llegó al mercado
laboral al mismo tiempo que el nacimiento del euro (1999), ha visto reducida su
tasa de actividad en relación con la generación anterior, tiene el doble de
posibilidades de quedar atrapada en contratos temporales, y sus períodos de
cotización y los consecuentes beneficios sociales se ha reducido de manera
significativa, según los datos del departamento de Thyssen.
Bruselas considera tan alarmante la situación que advierte
del peligro que corre la cohesión política y la credibilidad de las
instituciones democráticas en un continente donde parece a punto de romperse la
equidad transgeneracional.
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