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miércoles, 24 de abril de 2019

ESPAÑA Y LA ECONOMIA SUMERGIDA


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España es el país europeo que más problemas está teniendo para recortar el déficit público. Y no solo por el agujero que dejaron los gobiernos de la burbuja, también por los problemas del país para recaudar. El verdadero agujero de España está en los impuestos, ya que es el quinto país de la eurozona con menores ingresos públicos. Según los datos difundidos este martes por Eurostat, el volumen de recursos de las administraciones públicas en 2018 fue del 38,9% del PIB, sin duda el peor dato de los grandes países del euro. Por detrás de España solo se sitúan Irlanda (con una economía financiera que desequilibra todas las estadísticas), Lituania, Letonia y Malta.

España sigue muy lejos de la media europea de recaudación, que alcanza el 46,3% del PIB. Esto significa que la brecha de ingresos se sitúa en el 7,4% del PIB, lo que en cifras absolutas serían algo más de 80.000 millones de euros anuales. Cuantía que serviría para reducir todo el déficit público y para financiar el aumento del gasto en pensiones por la jubilación de la generación del 'baby boom', incluso aunque se revalorizasen con el IPC y se derogase el factor de sostenibilidad.

España es el octavo país de la eurozona con menor recaudación y el último de los grandes países europeos, una brecha que explica por qué el Estado del bienestar está menos desarrollado

Todos los grandes países del euro generan una recaudación muy superior a la española. Hasta Portugal, que ingresa un 43,6% de su PIB, esto es, 4,6 puntos más que España. El que más lejos está es Francia, cuya recaudación es del 53,5% del PIB.

El principal problema de España no es de tipos impositivos reducidos sino de economía sumergida. En otras palabras, los ciudadanos y las empresas que pagan lo que les corresponde están abonando en línea con la media europea, pero como hay tanta economía en negro, la recaudación total es muy reducida. En definitiva, es un problema de bases impositivas y no de tipos. La economía sumergida afecta a todos los niveles, desde las grandes rentas hasta los empleos precarios en negro para ahorrarse la cotización a la Seguridad Social o las transacciones sin IVA de los autónomos.

Este nivel de ingresos públicos tan bajo es lo que ha complicado la reducción del déficit público, ya que obliga a ajustar por la vía del gasto. Durante los años de la burbuja, la recaudación de España se disparó como consecuencia del ciclo, hasta superar el 40% en 2007 y 2008. Sin embargo, era un espejismo que desapareció con la crisis. En 2009, tocó la primera gran subida de impuestos, y en 2012, la segunda, que fue mucho mayor.

Estas dos subidas de impuestos devolvieron la recaudación hasta el entorno del 38% del PIB, pero desde entonces apenas se han logrado avances. Y eso a pesar del buen ritmo de la recuperación. Los ingresos públicos actuales son iguales a los de 2013, cuando se inició la fase expansiva. Eso significa que todo el ajuste del déficit se ha realizado por la vía del gasto, con todas las dificultades que conlleva: por la oposición social a los recortes y por la presión presupuestaria de las pensiones.

Todo el ajuste del déficit realizado ha recaído sobre el gasto, de ahí la enorme dificultad para seguir avanzando por esta vía

En 2013, el gasto público de España equivalía al 45,6% del PIB, y en 2018 apenas era del 41,3%, cinco puntos menos. Estos datos muestran que todo el ajuste realizado ha recaído sobre el gasto, de ahí la enorme dificultad para seguir avanzando por esta vía. Más todavía si se tiene en cuenta que en los próximos años comenzarán a jubilarse las cohortes de la generación del ‘baby boom’.

Actualmente, solo las repúblicas del Báltico, Irlanda y Eslovaquia tienen un gasto público inferior al de España. Por el contrario, en Alemania es 2,6 puntos superior, en Italia 7,3 puntos y en Francia, 14,7 puntos más alto.

Esta diferencia entre ingresos y gasto hace que España vuelva a situarse como uno de los países con mayor déficit público. En concreto, el desfase presupuestario de 2018 fue del 2,5% del PIB, el mismo que Francia y solo por delante de Chipre, que tuvo que hacer frente a contingentes temporales en 2018. Por el contrario, en la eurozona el déficit público apenas es del 0,5% del PIB y la mayoría de los países están en superávit presupuestario.

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