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lunes, 20 de mayo de 2019

LOS DESPACHOS DE ABOGADOS TEMEN EL REGISTRO HORARIO


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A pesar de llevar un par de meses organizando jornadas con clientes sobre el registro horario y redactando documentos con recomendaciones y advertencias sobre cómo implantarlo (obligatorio desde el 12 de mayo), a los grandes bufetes parece haberles atropellado este asunto. "Lo estamos mirando", responden esquivos la mayoría de ellos cuando se les pregunta cómo lo llevarán a cabo internamente.

La medida, en todo caso, suscita el rechazo frontal de sus cúpulas. Hace diez días, en la inauguración del XII Congreso de la Abogacía, los socios directores de seis grandes despachos nacionales reclamaron al Consejo General de la Abogacía Española (CGAE) y al Colegio de Madrid (ICAM) que se implicaran en frenar su aplicación en el sector. La noticia publicada por CincoDías causó un gran revuelo. A través de las redes sociales, el Sindicato de Inspectores de Trabajo y Seguridad Social respondía que el registro "afectará a todos los trabajadores".

El control horario de los abogados plantea innegables dificultades técnicas (jornadas irregulares, desplazamientos, llamadas de clientes a deshoras...). Sin embargo, no se trata únicamente de un problema de complejidad. Para las grandes firmas es, además, un tema incómodo. Y lo es porque en muchas de ellas las jornadas exceden sistemáticamente los límites legales. "Si te pagan 200.000 euros, asumes que no tienes horario", resume una fuente del sector. Es decir, el registro choca frontalmente con esa regla no escrita (en la abogacía y en otras profesiones) de que un gran sueldo conlleva plena disponibilidad.

Es evidente que no todos los abogados con jornadas interminables trabajan para grandes firmas y reciben cuantiosas retribuciones (también hay precariedad en la profesión). Pero los que sí lo hacen, aceptan el sistema. También muchos jóvenes que, con 30 años, pueden verse ganando 70.000 u 80.000 euros, unas cantidades que irán en aumento si cumplen objetivos. El sistema es duro y competitivo pero, en términos económicos y de prestigio profesional, la recompensa es grande.

Tampoco encaja bien con la filosofía del registro horario el hecho de que la mejor (y quizás la única) unidad de medida que tienen los despachos y los letrados para medir su desempeño sean las horas de trabajo. "El sistema premia a quien echa más horas", explica otra fuente. "De media, los bufetes suelen exigir seis horas facturables al día para cumplir con los objetivos (en algún caso, incluso, supera las siete). Y para facturar seis horas, un abogado debe trabajar diez". Según ha podido saber este diario, algunos grandes despachos, la mayoría internacionales, están conversando entre ellos para buscar fórmulas para cumplir con la nueva exigencia legal. La cuestión está provocando bastantes quebraderos de cabeza porque, si se reflejan las horas de trabajo reales, existe el riesgo cierto de que, en muchos casos, se supere el máximo de 1.826 horas anuales que permite la ley.

No son propiamente un registro horario, pero las firmas ya cuentan con un documento que permite hacer un seguimiento del trabajo: los timesheets. La finalidad de estos programas, no obstante, no es el control del cumplimiento laboral, sino controlar la productividad. De hecho, en todos los casos consultados, los abogados pueden introducir en ellos más horas de las que marca la ley como límite. Por esto, y por el hecho de que contienen información sensible (y probablemente protegida legalmente), no parece que vayan a ser el instrumento que se emplee como registro.

Al margen de estas circunstancias, lo cierto es que también hay quien defiende que, al regirse por una relación laboral especial, el registro no es aplicable a los abogados. Es la opinión minoritaria, no obstante. La mayoría de laboralistas y expertos en recursos humanos consultados sostienen que, aunque sea de difícil aplicación, el control de jornada no es incompatible "con la naturaleza y características especiales" de la profesión, por lo que resulta de aplicación de forma supletoria el Estatuto de los Trabajadores. "Una cosa es la distribución irregular de jornada y otra exceptuar los mecanismos para evitar abusos", explica un letrado.

En todo caso, tal y como subrayan desde varios despachos, la Inspección de Trabajo rara vez ha puesto en su punto de mira a los bufetes (al contrario que ­Hacienda, que sí ha sido más agresiva). "Hay una especie de pacto de no agresión. Si alguien denuncia, sí tienen obligación de investigar, pero si no, dudo mucho que se presenten en una gran firma", asegura, por su parte, otro laboralista. El temor a quedar señalado por denunciar a tu organización es un riesgo que muy pocos profesionales (en especial, los jóvenes) se atreven a correr.

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