Las víctimas de acoso optan dejar su trabajo ante la falta
de políticas de recursos humanos eficaces y el escaso apoyo de jefes y
compañeros.
Él solía ser un apasionado de su trabajo. Ahora se plantea
dejarlo. Esto se debe a que su superior en la universidad lleva tiempo
discriminándole frente a sus compañeros y estudiantes, una conducta que él
considera acoso laboral. En su día llegó a pensar que este comportamiento
"estúpido" no podría con él. Ahora reconoce que ha pedido una baja
por depresión. "Solía ser muy entusiasta. Ahora me siento totalmente
agotado".
Parece evidente que las empresas deben hacer un esfuerzo
mayor para proteger a las víctimas de acoso laboral si no quieren seguir
perdiendo talento. Según un informe publicado esta semana en la cadena
británica BBC, las universidades gastan millones de libras en acuerdos de
confidencialidad para zanjar casos de acoso y abusos sexuales. El movimiento
#MeToo sacó a la luz un problema arraigado en el entorno laboral y ayudó a las
trabajadoras a denunciar el acoso sexual. El año pasado, después de conocerse
el despido de veinte socios británicos por mala conducta, David Sproul,
consejero delegado de Deloitte, reconoció que "lamentablemente, varios
socios han sido despedidos por conducta inapropiada".
En su intento por cambiar la cultura del banco, Lloyd's
introdujo hace poco un número de atención a los empleados al que pueden
recurrir los afectados por casos de bullying y acoso sexual. Kiran Daurka,
socia del bufete de abogados Leigh Day, cree que "el acoso no recibe la
atención que merece. Al estar tan extendido en el entorno laboral, las víctimas
necesitan una mayor atención".
Como indican anteriores casos de acoso, incluso cuando se
cuenta con la protección de la ley, muchos empleados son reacios a presentar
una demanda porque temen que no se les tome en serio o que sean objeto de
represalias.
Sabir Giga, profesor de salud y bienestar en el trabajo de
la Universidad de Lancaster University, cree que el acoso es más directo,
mientras que el bullying suele ser más sutil. Giga recuerda que cada vez hay
más pruebas de los efectos devastadores de estas prácticas en nuestra sociedad.
También tienen un coste, que en el caso de Reino Unido asciende a 2.300
millones de libras anuales (2.600 millones de euros) entre bajas laborales,
pérdida de productividad e indemnizaciones y costas procesales. El impacto del
bullying en las personas puede ser demoledor.
Jane, que prefiere mantenerse en el anonimato, sufrió la
marginación de su superior. "Convocaba reuniones de las que me excluía.
Siempre criticaba todo lo que hacía". Al final, tuvo que buscar ayuda
psicológica tras sufrir una crisis de ansiedad. En el departamento de RRHH se
pusieron de parte de su jefe. El sindicato tampoco le ayudó. En lugar de acudir
a los tribunales, acabó dejando el trabajo. Su cuenta bancaria ha notado el
cambio. Además de perder sus ingresos, su plan de pensiones se congeló. Al
final, Jane acabó encontrando un empleo mal remunerado y no ha recuperado su
nivel salarial anterior.
Aunque hay pocos estudios sobre el impacto del acoso en
nuestra carrera, según el elaborado por la publicación Gender & Society el
80% de las mujeres cambia de empleo en un plazo de dos años después de sufrir
el primer episodio de acoso, superando en 6,5 veces a la media. Por otra parte,
el bullying puede ser un indicio del mal funcionamiento de una organización.
Nat Whalley, consejero delegado de la plataforma activista Organise,
especializada en temas laborales, explica que el acoso "suele ser síntoma
de un problema cultural y una mala gestión de las empresas, que permiten el
acoso en su entorno". Para erradicarlo es preciso introducir cambios
radicales. Hay quien advierte de que "con frecuencia solemos relatar los
hechos pasados tal y como ocurrieron sin explicar cómo nos hubiera gustado cambiarlos.
Nada cambia sin un proceso de reflexión, educación y acción".
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