La ropa de usar y tirar crece a
un ritmo descontrolado en todo el mundo. Y ya no es solo que las prendas
baratas y de mala calidad estén ligadas a bajos estándares laborales y altos
costes medioambientales por los pesticidas, los tintes y la gran cantidad de
agua que usan. También están generando una ingente cantidad de basura difícil
de gestionar: en la Unión Europea, apenas se recicla el 25% de los más de 16
millones de toneladas de residuos textiles que se generan cada año, razón por
la cual la Eurocámara decidió en febrero establecer nuevos estándares en la
economía circular y, entre otros, fijar nuevas reglas para la gestión y
recogida de esta basura.
La industria del fast fashion ha
hecho que en apenas 15 años la producción de ropa en todo el mundo se haya
multiplicado por dos, según un estudio de la Fundación Ellen MacArthur. Si en
el 2000 se fabricaban 50.000 millones de prendas, en 2015 alcanzaron las
100.000, y todo apunta a que el ritmo ha seguido creciendo. El informe,
elaborado en colaboración con la consultora McKinsey&Company, y a partir de
datos del Banco Mundial, muestra además otra preocupante tendencia: la ropa
está masivamente infrautilizada. En concreto, en esta última década y media, el
tiempo de uso que le damos a las prendas antes de tirarlas ha disminuido un
36%, y hoy las usamos menos de 160 veces de media antes de deshacernos de
ellas.
En España, este modelo está muy
presente. El año pasado, Primark, una de las grandes marcas de ropa lowcost, se
consolidó como la segunda firma textil por ventas en el mercado nacional, solo
por detrás de Inditex, y es además una de las que más está creciendo: un 7,6%
en su último ejercicio fiscal. Unas cifras que se reflejan en su megatienda de
la Gran Vía de Madrid: con cinco plantas y 12.400 metros cuadrados, es la
segunda más grande del mundo de la firma solo por detrás de la de Manchester.
Según indican desde la Asociación
Ibérica de Reciclaje Textil (Asirtex), cada español genera 14 kilos de residuos
textiles al año, y de ellos, apenas el 20% se puede reciclar, un porcentaje
inferior al de la media de la UE, y muy lejos del objetivo del 50% fijado por
el Plan Estatal Marco de Gestión de Residuos (PEMAR) para el 2020. La
utilización de fibras sintéticas y derivadas del petróleo, como el poliéster,
explican desde Asirtex, dificulta e incluso impide su reciclaje. Y deshacerse
de ellas, mediante la incineración, es altamente contaminante. Si en 2015 el
sector era responsable del 2% de las emisiones de CO2 en el planeta, para 2050
se estima que generará el 26%. Eso sin contar con la cantidad de microfibras
que las prendas sintéticas sueltan en cada lavado y que acaban en los océanos:
22 millones de toneladas de estos plásticos se verterán al mar de aquí a 2050,
según calcula la Fundación Ellen MacArthur.
Eliminar la basura textil no es
el único problema. Darles una segunda vida también se está complicando. India
sigue siendo el primer mercado en recibir ropa de segunda mano, pero algunos
países de África Oriental (como Kenia, Uganda, Tanzania o Ruanda), segundo
destino mundial, ya están poniendo coto a su importación.
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