La jornada laboral acabó ayer a las 14.55 horas para miles
de mujeres en Islandia. No era absentismo sino protesta. Las organizaciones
feministas habían hecho un llamamiento a dejar caer el boli, a colgar el
uniforme o a apagar el ordenador exactamente dos horas y cinco minutos antes
del cierre, porque ateniéndose a las estadísticas de brecha salarial calculan
que es entonces cuando las mujeres dejan de cobrar por hacer el mismo trabajo
que los hombres.
Es la quinta vez desde 1975 que las feministas islandesas
celebran el Kvennafrí, o el día Libre de las Mujeres. El 25 de octubre de 1975
es una fecha mítica, grabada en la psique colectiva. El día de la huelga
femenina convocada por el grupo Medias Rojas, que siguió un 90% de las
islandesas desde el puesto de trabajo o el hogar. Fue un punto de inflexión en
Islandia, entonces un país humilde y conservador que estaba a la cola de Europa
en igualdad de género. Cinco años después, una madre soltera llamada Vigdis
Finnbogadóttir se convertía en la primera jefa de Estado electa del mundo.
Hoy el pequeño país lidera –desde hace nueve años– el
ranking de igualdad de género del Foro Económico Mundial, que evalúa sanidad,
economía, política o educación en 144 países.
Han “ganado” 47 minutos en trece años
Lejos de darse por satisfechas, las feministas insisten en
que queda camino por recorrer y apuntan a la brecha salarial, que mejora pero
no desaparece. En el 2005, las manifestantes salieron del trabajo a las 14.08
h; a las 14.25 h en el 2010 y a las 14.38 h en el 2016. “Hemos ganado sólo 47
minutos en trece años. Si seguimos a este ritmo, tendremos que esperar otros 29
años antes de que las mujeres de Islandia cobren los mismos salarios de media
que los hombres, en el 2047”, razona la página web de los organizadores de la
protesta. Según las últimas estadísticas, las mujeres todavía cobran de media
un 26% menos que los hombres.
“Que Islandia lidere los rankings no dice tanto sobre lo
bien que van las cosas aquí sino más bien lo mal que van las cosas para las
mujeres en el mundo”, dice Brynhildur Heiðar og Ómarsdóttir, de la Asociación
Islandesa por los Derechos de las Mujeres, que subraya que es el empuje del
movimiento feminista en el país lo que explica los avances logrados.
La ministra de Justicia, Sigríður Andersen, no siguió ayer
la protesta, que, subraya, “técnicamente no es una huelga sino un acto festivo
ya que los propios empresarios animaban a las empleadas a participar”. Miembro
del conservador Partido de la Independencia, Andersen es muy crítica con los
cálculos que hacen las manifestantes y señala otro dato estadístico, el de la
brecha salarial ajustada. “Según estos datos, la brecha inexplicada es sólo del
5% y no hay ninguna investigación que demuestre que se deba a una
discriminación de género sistemática”, dice.
Gran asistencia a la protesta en protesta ayer en Reikiavik
Las feministas replican que este dato estadístico es engañoso,
y que hay que mirar la media de ingresos porque la desigualdad de género se
expresa también en que muchas mujeres trabajen jornadas parciales o no hagan
horas extras para ocuparse del hogar o los hijos o en que los trabajos
considerados de mujeres sean los peor pagados. “Eso también tendrá un impacto
sobre sus pensiones, así que creemos que hay que mirar la brecha salarial de
una forma más realista”, dice Heiðar og Ómarsdóttir. El lema de la
manifestación ayer era “Cambiemos el mundo y no a las mujeres”.
La ministra lo ve de otro modo. “Son las mujeres quienes
toman la decisión de trabajar menos horas o de ocuparse de sus hijos, no son
las empresas quienes las toman por ellas”, argumenta. Andersen no oculta que
no le gusta la nueva ley para impulsar la igualdad salarial, pionera en el
mundo. Entrada en vigor en enero, la ley –que impuso un socio de la coalición
de Gobierno– obliga a las empresas de 25 o más empleados a demostrar que pagan
a todos lo mismo según sus funciones, sin discriminar por género, sexualidad o
etnia. “Siempre soy escéptica frente a las intervenciones estatales en estas
cuestiones –dice la ministra, que subraya que no se ha multado a ninguna
empresa aunque la ley lo contempla–. Es una carga burocrática para las
empresas. Además muchas ya lo estaban haciendo de forma voluntaria antes de la
ley”.
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