Los datos sólo afianzan lo que se siente y se palpa en la
calle. Y ahí, donde la vida se desarrolla, hay un gran consenso en calificar de
crítica y angustiosa la situación de los jóvenes españoles, ante un futuro que
se dibuja bajo los conceptos de temporalidad, precariedad e inseguridad.
¿Exageraciones? España es el quinto país por la cola de la UE en desarrollo
juvenil, sólo por delante de Grecia, Bulgaria, Italia y Rumanía. Así lo revela
el Índice de desarrollo juvenil comparado 2017, elaborado por el Centro Reina
Sofía sobre Adolescencia y Juventud, en el marco del ProyectoScopio, que
recopila y sistematiza datos para el análisis de la juventud y que ayer fue
presentado en Madrid.
Este índice de desarrollo juvenil se elabora a partir de los
datos relativos a educación, usos de las nuevas tecnologías, vida (mortalidad,
fecundidad, accidentes y suicidios), empleo y emancipación. Los jóvenes
españoles destacan en las dos primeras variables estudiadas; en educación,
siguen luchando con el abandono escolar, pero donde definitivamente se hunden
es en lo relativo a empleo y emancipación, o lo que es lo mismo, en los dos
campos que les permitirían desarrollarse como personas. Porque la falta de
trabajo y la precariedad de los existentes lastran claramente los deseos
naturales de independencia de los jóvenes, abocados a vivir con sus padres
hasta la treintena (el 59% de la población de entre 25 y 29 años reside en casa
de sus progenitores), eso sí, con una salud por encima de la media europea y
conectados a internet a través de todo tipo de tecnologías.
El índice de desarrollo juvenil otorga a los jóvenes
españoles una media de 4,83, más de un punto por debajo de la europea, que
alcanza el 5,97. No obstante, ese valor, obtenido del análisis de las cinco
dimensiones citadas, es algo mayor que el del 2016 (4,45) y el del 2009 (4,7).
Sí, es cierto, España ha mejorado levemente, pero esa mejora ha sido inferior
que la de otros países europeos, a los que la crisis castigó menos y que han
sabido recuperarse de ella más rápidamente, según señalan los autores de este
trabajo. Eso explica que, desde el 2009, la situación de los españoles de entre
15 y 29 años haya descendido hasta seis puestos en este ranking, pasando del 30
al 36.
El trabajo es la gran losa con la que se encuentran los
jóvenes para escalar en su nivel de desarrollo: aunque el índice muestra una
curva ascendente que en todo caso no llega a niveles del 2009, la tasa global
de empleo de esta población es del 34,5%, frente a la media europea del 48,2%,
y la de temporalidad es del 56,4%, mientras que la media europea no llega al
33%.
Sin empleo o con empleo precario (la mayoría, temporal y con
salarios bajos) es muy difícil dar el paso de irse de casa. Tanto es así que,
lejos de estrechar la distancia con el resto de Europa, la brecha no para de
aumentar: mientras que el índice europeo se sitúa en 0,4, el español se queda
en 0,13.
Enrique Gil Calvo, miembro del comité asesor del Centro
Reina Sofía, apunta a que el problema de la emancipación tardía también se
explica por otros factores como el modelo familiar del sur (Portugal, Italia),
más protector y dependiente del núcleo familiar, así como la ausencia de
políticas públicas que faciliten la emancipación (en algunos países del norte,
hay ayudas para que los hijos se independicen y prosigan su andadura vital).
Pero, con la crisis económica, “la protección juvenil se cercenó”, indicó Gil
Calvo.
A esto se suma el incremento de los precios de las viviendas
ya sean de compra o de alquiler. ¿Cuál es la solución? A falta de una política
pública de apoyo, vuelve a ser la familia la que facilita la emancipación.
Según el último informe del Consejo de la Juventud de España (CJE), entre los
jóvenes de 25 a 29 años el 10,6% tiene ya una vivienda en propiedad sin
hipoteca pendiente (herencia o donación), mientras que otro 11,3% vive gratis,
en una vivienda cedida sin coste por sus familiares.
Pero no todo es negativo. “En lo que no estamos tan mal
–explica Gil Calvo– es en educación”. Aunque España no llega a la media europea
(0,6), se acerca (0,56). Desgranando este punto se comprueba que los valores en
educación universitaria son similares a la media europea, pero no ocurre lo
mismo con el aprendizaje de al menos dos idiomas extranjeros en la etapa
postobligatoria y el abandono escolar, tras la ESO es donde la posición de los
españoles es inferior.
Donde sí superan los jóvenes españoles a sus colegas
europeos es en todo lo referido a vida (baja mortalidad, baja fecundidad a
edades tempranas, suicidios o accidentes) logrando un índice de 0,71 frente a
0,68 de a UE. También en el uso de nuevas tecnologías (0,79 frente a 0,65),
pero ser “los campeones europeos” en esto “tiene un precio”, y es que, al no
tener trabajo y permanecer más tiempo en casa, disponen de “mucho tiempo para
el ocio”, precisa Gil Calvo.
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