Diez años después del inicio de la Gran Recesión, las
empresas españolas no financieras obtienen unas rentas por valor de 267.000
millones, unos 98.000 millones más que en 2008, según datos del INE. Con esas
rentas, distribuyen unos 15.000 millones más en dividendos, invierten casi
tanto como en el pico de la burbuja y se han desendeudado mucho. Sin embargo,
dedican unos 10.000 millones menos a salarios pese a producir lo mismo. Se
trata de un nuevo modelo con menos ladrillo y más exportaciones, que resulta
menos favorable para los asalariados pero que también genera menos deuda.
La economía española ha restablecido los niveles perdidos
con la crisis después de una década. Y las empresas son las que han salido
mejor paradas. Tomada con datos de cierre de 2007, la fotografía de las
sociedades no financieras revela que, en su conjunto, estas se encuentran en
una situación bastante mejor que en 2008. Mientras que las rentas de los
hogares se sitúan en 686.071 millones y todavía pierden 28.058 millones
respecto a 2008, las empresas obtienen 98.474 millones más, alcanzando los
267.680 millones.
El Banco de España ha explicado este proceso en diversas
ocasiones: al enfrentarse con una crisis financiera, las compañías reaccionaron
elevando sus márgenes para poder autofinanciarse a la vez que caía la demanda.
Es decir, tuvieron que ajustar costes. Y el que más rápido se recortó fue el
empleo. En pocos años, la partida que dedican las empresas a remuneración de
asalariados se desplomó en 65.000 millones. Gracias a este brutal ajuste en
medio de la recesión, consiguieron que en 2009 sus rentas subiesen en unos
30.000 millones hasta los 200.000 millones. Y entre ese año y 2012 se
mantuvieron estables alrededor de esa cifra a pesar del hundimiento de la
demanda doméstica. Al mismo tiempo, muchas sociedades se volcaron más con los
mercados exteriores, y el pago por intereses empezó a descender a gran
velocidad. Las exportaciones y la reducción de la carga financiera también
contribuyeron decisivamente al mantenimiento de los beneficios.
Tan pronto como llegó la recuperación, los excedentes
empresariales volvieron a dispararse hasta alcanzar los 267.000 millones a
cierre de 2017. En esa fase de expansión, las empresas ni siquiera tenían que
mejorar sus márgenes. Bastaba con el incremento de ingresos que les reportaban
las mayores ventas. Durante esos años de vuelta al crecimiento, la retribución
de asalariados también se recuperó. Pero claramente no al mismo ritmo. Con
10.000 millones menos, todavía no ha recobrado siquiera los niveles de 2008. Y
la factura por intereses se ha recortado hasta en 55.000 millones, gracias a la
política monetaria del BCE, la reducción de deuda y la desaparición de empresas
altamente endeudadas.
¿Qué han hecho las empresas con ese incremento de rentas por
valor de 98.474 millones, un 58% más que en 2008? Pues prácticamente han
logrado volver a las cotas de inversión previas a la crisis. Además, las
compañías destinan 15.663 millones más a dividendos, un alza del 33%, aunque
proporcionalmente dedican menos porque así se lo permiten las bajas
rentabilidades propias de un entorno de tipos bajos.
Pero sobre todo han bajado drásticamente la deuda. Han
pasado de necesitar endeudarse en unos 44.000 millones en 2008 a obtener unos
34.000 millones de liquidez anual en 2017. Por obra de esa capacidad de
financiación, la deuda ha caído a plomo en 285.000 millones desde 2009,
rondando niveles sobre PIB europeos. De la mano de ese proceso, según datos del
Banco de España, han engordado su capital en unos 200.000 millones, de forma
que sus pasivos son del mismo tamaño que en 2008, pero con una estructura mucho
más saneada: están más capitalizadas con acciones, poseen más activos
financieros y son menos dependientes de la deuda y, por tanto, de los vaivenes
de los tipos de interés.
En definitiva, se trata de un nuevo modelo con empresas más
saneadas pero mucho menos favorable para los asalariados. Buena parte de estas
cifras se explican por el cambio de sectores operado durante la crisis. Se ha
sustituido la construcción, muy intensiva en mano de obra, por las
exportaciones, que precisan menos empleados para producir lo mismo. De hecho,
se ha recuperado el PIB con 1,6 millones de ocupados menos. Además, también ha
ganado peso el sector servicios: como explica el número dos del FMI, David
Lipton, en España muchos trabajadores desplazados por la crisis han acabado en
actividades de servicios menos productivas y, en consecuencia, peor
remuneradas. O en trabajos temporales y de la economía sumergida, donde es más
difícil mejorar la productividad y, por ende, los sueldos.
Por otra parte, con un desempleo muy elevado, la presión a
la baja sobre los salarios resulta aún mayor en esas profesiones que requieren
poca formación. La crisis ha alterado por completo el equilibrio de fuerzas. Los
sindicatos denuncian que la reforma laboral ha sido, en este sentido, decisiva.
En cualquier caso, como resaltaba un informe de la Comisión
Europea, parece que la baja inflación, la competencia de otros países y la
todavía reciente memoria de la crisis han hecho que los trabajadores disminuyan
sus reivindicaciones laborales. Tampoco las empresas se encuentran todas en la
misma situación, precisaba el Banco de España el mes pasado. Y muchas aún se
muestran reacias a subir plantilla. Por el momento, a la luz de estos datos, la
recuperación no está cambiando el nuevo equilibrio de fuerzas.
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