Tras resolverse el conflicto accionarial en Freixenet, el
foco de atención se traslada ahora a Codorníu. El fondo estadounidense de
capital riesgo The Carlyle Group prepara una oferta para hacerse con el control
del histórico grupo familiar catalán tras haber pactado la compra de las
acciones de varios accionistas descontentos con la gestión de la firma
vinícola.
Propietario de 10 bodegas en España, Estados Unidos y
Argentina, Codorníu facturó 236 millones de euros en su último ejercicio, el
47% en el mercado internacional.
La presidenta de Codorníu, Mar Raventós, convocó ayer por la
tarde una reunión de urgencia con los accionistas del grupo con el objetivo de
evaluar la situación creada por "la oferta no solicitada" y
contraatacar con una propuesta de solución interna que implicará también la
entrada de un socio financiero, aunque con una posición minoritaria.
La idea de Codorníu es aprovechar esta crisis interna para
dar salida a los accionistas que lo deseen con una doble vía: les comprará las
acciones con autocartera y con los recursos que pueda aportar un socio
financiero minoritario que entraría de la mano del actual equipo gestor.
Las fuentes consultadas aseguran que Mar Raventós y el
consejero delegado, Javier Pagés, tendrían ya a su lado a accionistas
propietarios de, como mínimo, el 51% del capital dispuestos a rechazar la
oferta de Carlyle y a seguir comprometidos con el legado de la emblemática
empresa elaboradora de vinos y cavas. Tal como ocurrió con la alemana Henkell
en Freixenet, Carlyle solo estaría interesada en conseguir una posición
mayoritaria.
Se da la circunstancia de que Carlyle acaba de comprar el
mayor productor de vino de Australia, Accolade Wines, por mil millones de
dólares australianos o 627 millones de euros, por lo que podría tener intención
de crear un gigante vinícola global vía adquisiciones.
Codorníu quiere aprovechar la oferta de Carlyle como vía de
salida definitiva para los accionistas críticos o para aquellos que quieran
hacer caja, de modo que se quede en la empresa solo aquella parte de la familia
comprometida con el giro estratégico emprendido para centrarse únicamente en
productos de gama media-alta y alta. La decisión de dejar de fabricar marcas
blancas obligó a efectuar un ERE en 2017 que afectó a 71 empleados y provocó
que el ejercicio se cerrara con pérdidas. El grupo ha avanzado que la nueva
estrategia ya ha dado sus frutos y que cerrará en junio el ejercicio con un
ebitda cercano a los 30 millones y un beneficio de más de 11 millones.
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