Los hogares españoles pagan la quinta electricidad más cara
de la Unión Europea, según un informe sobre precios y costes de la energía
recién publicado por la Comisión Europea. La luz más cara la pagan Alemania,
Dinamarca, Bélgica y Portugal, en ese orden. El trabajo, que elabora cada dos
años el departamento de Acción por el Clima y Energía, subraya que el precio
medio residencial de la electricidad en la UE descendió en 2017 por primera vez
desde 2008. Cayó un 3%, mientras en la década precedente había subido de media
un 2% anual, “a mayor ritmo que la inflación”, destaca el documento, que emplea
tanto datos de Eurostat como de estudios sectoriales y otros recopilados
específicamente. Los impuestos y los gravámenes suponen el 40% de los precios
medios de la electricidad en la UE. En España, ligeramente por debajo del 50%.
Los precios de la electricidad de los hogares con los que
trabaja la Comisión son los que llama “la banda más representativa”: el precio
al que se vendió la mayor parte de la electricidad a los clientes domésticos de
cada país, lo que permite aproximarse más a la realidad del coste que supone
para los hogares. De los tres componentes del precio (impuestos, redes y
energía) el peso de la energía ha descendido del 46% que suponía en 2008 al 33%
que supone en 2017. La energía, destaca el documento de trabajo que acompaña al
informe, era hace una década el mayor de los tres componentes en todos los
Estados miembros. Ya no es así. Mientras la parte que se destina a las redes se
mantuvo constante (aproximadamente una cuarta parte del recibo), los impuestos
han crecido 12 puntos porcentuales. En 2008 suponían el 28% y en 2017 suben
hasta el 40%.
Los precios del suministro varían enormemente entre países,
hasta el punto de que la factura más cara triplica la más barata. Alemania, el
país con la electricidad más costosa, rebasó los 300 euros el megavatio-hora en
2017 y por primera vez superó a Dinamarca, que desde 2008 lideraba la
clasificación. Bulgaria, con 97 euros el megavatio-hora, es el país con la luz
más barata de los países analizados. Los tres países con la factura más
abultada son también los que tienen el componente de los impuestos más elevado,
lo que para los servicios de la Comisión indica “una fuerte correlación entre
el precio total y la fiscalidad”. En España, casi la mitad del precio final
corresponde a los impuestos. Restando ese componente, quedaría hacia la mitad
de los 32 países analizados y prácticamente en la media de la UE. Los países en
los que pesa más la energía son Malta y Chipre, al tratarse de sistemas
insulares sin interconexiones.
La industria, por debajo de la media europea
“Examinar las tendencias en los costes ayuda a evaluar el
efecto sobre la pobreza energética, la competitividad industrial y la
asequibilidad de la energía en general, así como sobre la eficiencia de las
configuraciones del mercado”, asegura la Comisión Europea en su informe. Los
precios que pagan las empresas por la electricidad han caído desde 2015, señala
el trabajo. “La industria (por motivos de competitividad) a menudo o debe hacer
frente a unos impuestos y gravámenes sobre la electricidad menores que los de
los hogares, o está exenta de ellos, y también hace frente a unas tarifas de
red menores”, añade. En clientes no domésticos, España se sitúa hacia la mitad
de la tabla de los países analizados (puesto 13 de 32), con el precio por
debajo de la media de la UE. La industria consume, de media, el 25% de toda la
energía que se gasta en la UE.
Alemania, Italia, Chipre y Reino Unido son los países con el
precio industrial de la electricidad más alto de Europa, según el informe de la
Comisión. Los más bajos están en Suecia, Noruega y Turquía. Como ocurre con los
precios para los hogares, los más caros prácticamente triplican a los más
baratos. El precio industrial ha crecido constantemente en la UE desde 2008
hasta 2015 por culpa del impacto combinado de la subida de los impuestos y las
redes, apunta el informe. En 2015 el precio cayó por primera vez debido
únicamente a la moderación del precio de la energía, ya que los otros dos
componentes nunca han dejado de crecer.
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