En Suecia abrirá sus puertas un curioso
museo dedicado a los fracasos de la innovación en diferentes áreas, tecnología,
cosmética, juguetera, etc. Por supuesto, también aparece el área dedicada al
mundo de los alimentos. En esta sección, que es la que nos interesa, se reúne
una gran colección de proyectos alimentarios que fracasaron por varios motivos.
Las exposiciones tienen el cometido de ofrecer a los visitantes una experiencia
de aprendizaje diferente y original, el eslogan de este museo dice mucho sobre
su cometido, “el aprendizaje es el único modo de convertir el fracaso en
éxito”.
Como dicen
algunos expertos, los éxitos se suelen poner en un pedestal visible para todo
el mundo, pero los fracasos, se suelen barrer para ocultarlos debajo de la
alfombra y a ser posible, no hablar nunca más de ellos. La lista de
innovaciones que fracasan es muy superior a la lista de innovaciones que
triunfan, aunque lamentablemente muchos de estos fracasos no se llegan a
conocer, quizá por ello el Museum of Failure Innovation cuente con tan pocos
artículos, ya que sólo muestra una colección de unos 80 productos y servicios
que fracasaron en todo el mundo.
Cada artículo
ofrece una visión única de lo arriesgado que puede llegar a ser el negocio de
la innovación, aunque la percepción sería mayor si se conocieran todos esos
fracasos que no han salido a la luz y que son testimonio del trabajo que se
llega a realizar para conseguir lanzar un producto de éxito. El cerebro detrás
de esta curiosa idea es el investigador en innovación y psicólogo
organizacional Samuel West, profesional especializado en el comportamiento de
las personas en las organizaciones empresariales, cuyo principal cometido es
contribuir a generar valor a través de la gestión y el desarrollo del talento
humano.
El experto creó
este negocio tras estar cansado de leer sólo sobre las innovaciones y productos
excepcionales, considerando que también debían tener su protagonismo los
productos que fracasaron. Parece ser que tuvo la idea de crear el Museo de los
fracasos de la innovación durante una visita a un museo de Croacia, fracasos
que fueran singularmente espectaculares, ideas desastrosas que merecen un poco
de atención para no cometer los mismos errores.
En este museo se alzan como
piezas interesantes (hablando del área de alimentación) una lasaña de carne marca
Colgate, muchos la consideraron en su momento poco apetecible. Esta
marca realizó una incursión en la línea de comidas preparadas congeladas,
animando a los clientes a disfrutar de una buena cena y recordándoles que
después debían cepillarse los dientes. Esta incursión fue un fracaso total y
apenas se mantuvo en los estantes de los lineales de los centros comerciales.
Coke blak fue uno
de los fiascos de Coca Cola, era un refresco
con sabor a café que lanzó
en el año 2006 y que tardó dos años en desarrollarse. A diferencia de la lasaña
Colgate, logró mantenerse un par de años en el mercado, en el 2008 se retiró
definitivamente tras recibir numerosas quejas sobre la mala combinación de
sabores y el exceso de cafeína que contenía la bebida. Hay que decir que se
mantuvo durante el tiempo indicado en el mercado porque se planteó seguir con
su fabricación, hasta que se agotaran las existencias de la materia prima
destinada a su elaboración, algo un poco incomprensible.
Coca Cola repite con otro
producto que resultó ser otro fiasco, se trata de la Coca-Cola II o la Nueva
Coca-Cola como se
denominó en un primer momento. Se lanzó al mercado en 1984 y sustituyo a la
Coca Cola clásica. Apenas pasaron unos meses cuando empezaron a llegar
peticiones de los clientes exigiendo restaurar la fórmula original, finalmente,
en el año 2002 se le dio carpetazo a su fabricación.
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