Preparar una fuente de ensalada con media lechuga, un cuarto de  kilo de tomates, dos zanahorias, cien gramos de pimiento verde y de pimiento  rojo, una cebolla y cuatro cucharadas de aceite cuesta hoy un  17,5% más que hace tan sólo un año. Y si la ensalada se elabora  sólo de tomate, entonces el alza es del 26,7%. 
 El precio de alimentos  tan básicos y cotidianos como el tomate, el aceite, la patata, la coliflor, los  pimientos, los espaguetis o las naranjas, por citar sólo algunos ejemplos, se ha  disparado en el último año. 
 
La comparación de los precios de venta al público en los primeros días de este  mes de octubre con los que había el año pasado en esas mismas fechas arroja  incrementos superiores al diez por ciento en bastantes frutas, verduras y  hortalizas, y aumentos significativos en otros productos de consumo muy popular  como las lentejas (6,17%), los espaguetis (16%), los macarrones (9,7%) o el  queso (4%), por citar sólo algunos ejemplos. En muchos casos las variaciones son  de céntimos, pero porcentualmente son muy significativas al tratarse de  productos de consumo habitual y teóricamente asequibles. 
 
A modo de ejemplo, se  puede estimar que un guiso de coliflor con patata que en octubre del 2014 se  preparaba por 1,96 euros, cuesta ahora 2,46 euros, un 25% más. Y si se adereza  con aceite de oliva, el incremento es mayor, puesto que según un estudio de la  Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) comprar una botella de aceite  cuesta ahora un 51% más. 
 Diversas organizaciones de consumidores  aseguran que gran parte de este repunte de los precios de los alimentos se ha  producido en los últimos meses, coincidiendo con la mejora de las perspectivas  económicas y la reiteración de mensajes optimistas del Gobierno asegurando que  la crisis empezaba a quedar atrás. "En cuanto se ha atisbado cierta mejora  económica y en las ventas, muchas empresas productoras han subido precios, pero  no se tiene en cuenta que para muchos consumidores la recuperación es algo  latente pero que de momento no se plasma en su día a día ni se refleja en una  mayor capacidad adquisitiva", afirma David Hurtado, portavoz de la Confederación  Española de Consumidores y Usuarios (CECU). 
 Francisco Planells, del  grupo de Economistas Sénior del Col·legi d’Economistes de Catalunya, asegura que  las subidas de determinados productos de alimentación no obedece tanto a una  recuperación de márgenes de los productores y distribuidores como al aumento de  demanda y al cambio en los hábitos de compra de algunos consumidores a medida  que la situación económica ha mejorado y se ha creado empleo. "Al verse con  menos estrecheces, muchas familias se atreven a comprar productos de mejor  calidad aunque sean un poquito más caros, o productos que no son de temporada y  vienen de importación, o de primeras marcas en lugar de la marca blanca que  compraban durante la crisis, y eso hace que el precio medio de los artículos  –que resulta de ponderar los precios máximos y mínimos en función de la cantidad  que se compra de cada producto– resulte superior", explica Planells. Y añade que  en el caso de las frutas y hortalizas, en muchos casos los precios también se  han visto alterados por factores relacionados con la climatología o con plagas  que han afectado a la cosecha del último año. 
 A modo de ejemplo,  detalla que la campaña de la patata que se vendió en 2014 no fue muy rentable y  los agricultores plantaron menos para la siguiente cosecha, así que ahora hay  menos patatas (y más pequeñas) para vender y en cambio la demanda ha crecido,  por lo que los mayoristas han optado por importarlas y por eso el precio que  pagan los consumidores es mayor. 
 
Y en el caso del aceite, Planells explica que  la fuerte subida de precios tiene que ver con la plaga de la bacteria  Xylella fastidiosa que padecen algunos olivares italianos y americanos,  que provoca que haya menos aceite disponible y que el resto de productores esté  preocupado por si la plaga les afectará en el futuro, de manera que han optado  por subir precios. 
 Pero más allá de los factores que la han provocado,  desde las organizaciones de consumidores explican que la subida extraordinaria  que han tenido y están teniendo muchos alimentos básicos es preocupante porque  el presupuesto de las familias no ha crecido en esas proporciones –de hecho la  OCU calcula que se ha reducido un 15,5% en el último año– y eso está obligando a  muchas a cambiar sus patrones alimentarios. 
 
Porque tampoco todos los productos  de alimentación han subido. La leche, el azúcar, la carne de ternera, las judías  verdes, algunos tipos de pan, el calabacín o el plátano, entre otros, cuestan  hoy menos que hace un año, lo que explica que la subida global del carro de la  compra resulte inferior a la mencionada por ejemplo para la  ensalada. "La cesta de la compra ha subido un 10% de media en  los últimos cinco años, pero hay subidas extraordinarias en alimentos básicos  para la dieta, y esto es preocupante porque las economías familiares más  precarias –que tras la crisis son muchas más– destinan mayor porcentaje de sus  ingresos a los alimentos y las subidas les afectan más y reducen aún más su  renta disponible", explica Yolanda Quintana, desde la Confe-deración Española de  Organizaciones de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios (Ceaccu). Y subraya que  el presupuesto de las familias es limitado y a partir de ciertos umbrales de  precio se dejan de comprar determinados alimentos y platos tradicionales y  cotidianos como una ensalada de tomate se convierten en excepcionales, como si  fueran un lujo. Según el último estudio de Ceaccu sobre hábitos de compra, el  61% de los consumidores ha modificado su cesta de la compra para reducir el  consumo y el gasto en alimentos. 
 "La subida del precio de los alimentos  perjudica el bolsillo de las familias injustificadamente porque no creemos que  responda a un incremento de costes ni a razones estacionales, pero más  importante aún es que afecta a su derecho a la salud porque dificulta poder  mantener una dieta sana y empuja hacia otra más calórica y barata" que se  traduce en una mayor tasa de obesidad a medida que baja la renta, como muestran  las estadísticas de salud, enfatiza Quintana. 
 Los datos del panel de  consumo alimentario del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medioambiente  reflejan que la compra de productos frescos está disminuyendo y en cambio  aumenta el consumo de productos envasados y conservas, que se consideran menos  saludables. 
 Las últimas estadísticas publicadas, correspondientes al  mes de julio, apuntan que el consumo de hortalizas frescas en los hogares ha  bajado un 5,4% en un año, que también se ha consumido un 4% menos de fruta, que  se compra menos carne (excepto cerdo) y pescado fresco y congelado, y que lo que  crece es el consumo de conservas de pescado, los derivados lácteos, los aceites  que no son de girasol ni de oliva, y los platos preparados. Estos datos  corroboran lo que hace tiempo que vienen advirtiendo los nutricionistas, que la  población española se está alejando del patrón de dieta mediterránea.