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miércoles, 2 de mayo de 2018

POCAS MUJERES EN PUESTOS DE DIRECCION


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Diversos estudios recientes señalan que las mujeres reciben en nuestro país un salario un 30% inferior al que reciben los hombres y que esta diferencia se va agrandando en los últimos años. Al realizar la comparación por hora trabajada (el trabajo a tiempo parcial es mucho más frecuente entre mujeres), la brecha disminuye, aunque sigue siendo muy alta.

Aunque la ley impide las diferencias salariales por género a igualdad de puesto y que a la función pública se accede por oposición con condiciones fijadas de antemano, siguen existiendo casos en los que se retribuye menos a las mujeres frente a sus compañeros masculinos que desempeñan el mismo puesto.

Creo que el aspecto más preocupante y que explica de una forma más nítida por qué cobran menos de media es la poca representación femenina en los puestos de responsabilidad (por ejemplo, sólo un 20% de mujeres en direcciones funcionales) y no digamos entre la alta dirección de las empresas (apenas el 10%). Y eso supone un gran problema, no sólo porque se desaprovecha una gran parte del talento disponible y se limita la sensibilización hacia las necesidades de la mitad de la población y, por tanto, de los consumidores, sino porque se pierde rentabilidad.

Un estudio del Instituto Peterson para la Economía Internacional y del Centro de Estudios EY pone de manifiesto que una empresa con un 30% de mujeres en puestos directivos, frente otra sin casi presencia femenina en puestos ejecutivos, puede aumentar su beneficio en un 6%.

¿Por qué hay tan pocas mujeres directivas? Los expertos señalan varias causas: Dificultad de conciliación, dada que la principal carga sobre la familia sigue recayendo en las mujeres. La maternidad suele coincidir con años críticos para el desarrollo profesional.

Culturas arraigadas en determinados sectores y empresas, tradicionalmente masculinizados (como el sector industrial o el de la construcción). Tendencia de muchos hombres, que ocupan en la actualidad los puestos directivos, a contratar preferentemente a hombres, lo que perpetúa la situación. Y, por último, las mujeres plantean menos exigencias, son más conciliadoras y hacen valer menos sus derechos.

Además de todo lo anterior, probablemente tengamos como sociedad una visión sexista de lo que debe ser un líder. Las mujeres que adoptan comportamientos y actitudes muy típicas de los líderes masculinos son criticadas por ello y no percibidas como buenas líderes.

Y mucho menos aún si sus actitudes son claramente femeninas. De hecho, hace un par de años, un estudio realizado por la firma inglesa de reclutamiento online Ukjobs.net, en el que se encuestó a más de 3.000 trabajadores, revelaba que el 63% de las mujeres y el 75% de los hombres prefería tener un jefe masculino, lo que destaca de manera muy palmaria los prejuicios existentes.


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